El fenómeno de la revista Orsai: ¿cada cosa en su lugar?




Desde hace unos días está circulando el primer número de Orsai, la revista de Hernán Casciari. Una revista cultural de artículos largos que prescinde de publicidad, de subsidios y, tal como señalan sus responsables, de todo otro intermediario. Son 208 páginas de ilustraciones y texto. Puro contenido.

Con estos ingredientes, a contramano de la lógica imperante, su aparición se ha convertido en algo así como un fenómeno editorial. A pesar de que la revista puede bajarse íntegramente en PDF y de que, como dijimos, se solventa únicamente con la venta de ejemplares, la revista agotó su primer número y va en camino de hacer lo propio con el segundo, que aparecerá en abril. Además, reflejo del ruido que armó su salida, etiquetas como #orsai o #revistaorsai arden en twitter y grupos como como Yo compré una revista Orsai empiezan a aparecer en Facebook.

Como verán, la revista tiene varios aspectos interesantes (acá y acá pueden leer los primeros análisis sobre ella). Una de las que a mí más me gusta es el modo en que Casciari y su gente entendieron dónde iba cada cosa. El contenido de fondo, en papel; otro contenido más complementario, en sus blogs; el ida y vuelta con sus lectores, en las redes, etc. No pretendieron que sus articulistas condensaran sus ideas en los pocos párrafos que habilita una lectura en pantalla, sino que cada uno contó con sus 5 o 6 páginas. Pero tampoco se quedaron en el mundo impreso, sino que aprovecharon las redes sociales para contar, anticipar y comentar. Apostaron a que el éxito de la publicación se sostendría tanto en la calidad de sus contenidos —escriben y, con ganas, Mairal, Iglesias Illa, Carolina Aguirre, por nombrar a los más conocidos en la Argentina— como en su capacidad de generar una comunidad alrededor de ellos.
Se me ocurre al paso, que una analogía posible de este fenómeno pueda ser el resurgimiento del vinilo en la industria musical: los discos, con sus artes de tapa y su buena calidad de sonido, son hoy el formato preferido de quienes entienden que hay una pérdida de información, una experiencia de menor calidad, si meramente se descargan canciones de la Web. Así, mientras el CD desparece, la venta de vinillos y las descargas crecen. Sin ir más lejos, en su editorial Casciari apela a los atributos sensoriales de su objeto -su olor, la sensación de pasar sus páginas con los dedos- como los diferenciales que convocarán a sus lectores.
¿Nostalgia de una época que se va? ¿Lucidez para articular la compleja comunicación de los tiempos que vivimos? Difícil decirlo, pero mientras se va develando la incógnita a mi seguramente me encuentra leyendo el número 2.



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